Llega septiembre y volvemos a la rutina del trabajo. ¿Otra vez aquí?
El verano nos beneficia mucho y disfrutamos con los cambios, en nuestros momentos de ocio comemos más, nos movemos menos, no estamos sujetos a horarios ni normas del día a día… necesitamos dejarnos fluir, soltarnos, relajarnos, romper con todo. Sin embargo, marcamos unas expectativas mayoritariamente no cumplidas y llega la frustración por no haberlas realizado. Esto unido al cansancio, a la falta de rutinas (que nos vienen genial para darnos soporte psicológico, mantener nuestra salud mental) y la falta de activación física, cuando volvemos a casa pueden contribuir a un estado anímico más bajo.
Sería importante normalizar y aceptar nuestras sensaciones. Relativizar lo que nos está pasando porque «ésto también pasará».